Cuando comencé a decir más sí, cambié yo, cambiaron mis redes… ¡y cambió mi vida! Así comienza este nuevo capitulo de Diario de una emprendedora
Quienes me siguen desde hace tiempo saben que llevo un buen rato remando contra la corriente. La muerte de mi mamá me dejó sumida en una tristeza silenciosa que me atravesó como personas y como emprendedora. Fueron dos años donde sentí que estaba en automático: abría la tienda, hacía lives, editaba contenido, aprendía a hacer anuncios sin que me banearan (a veces sin éxito) y trataba de mantener viva mi marca Nnábica mientras todo dentro de mí gritaba por algo distinto.
📅 De martes a domingo: tienda en la tarde, trabajo online en la mañana.
🧽 Lunes, mi “día libre”: lavar, limpiar, planificar, una serie para desconectar y volver a empezar.
El algoritmo no me quería por ser volada. Me pasaba horas creando contenido sin resultados. Veía marcas crecer como por arte de magia, con virales, ventas y likes, mientras lo mío parecía invisible. Ahí fue cuando entendí que el problema no era solo externo, algo dentro de mí se había apagado.
Volver a sentirme viva (con amigas, música y un reencuentro inesperado)
Una tarde cualquiera, visité a unas amigas. Cantamos, reímos, y algo en mí se encendió de nuevo. Sentí una chispa que no sentía desde que emigré. Recordé esa parte mía que amaba el arte, la música, el teatro… la parte que había enterrado bajo la rutina de la sobrevivencia.
Una de ellas es una crack produciendo y la otra es una crack en casi todo lo que hace, guiones, toca el piano, canta, pinta. Tenía tanto rato que no me sentía tan feliz, es uno de los recuerdos más bonitos que tengo de ellas. Y bueno ahí estaba yo cantando timidamente, criticandome como siempre.
En Venezuela, fui periodista de farándula, cantaba en un grupo de trova y dirigía mi propia productora de eventos, Social Home. Incluso traje la obra Improvisto a mi ciudad, Maracaibo. ¡Cómo no recordar a Ron Chávez! Él me insistía siempre: “haz el taller”, pero yo decía “no tengo tiempo”. Y así pasaron los años. Amigo si estás leyendo esto amigo, te quiero, gracias por confiar


El regalo que no sabía que necesitaba
En 2024, sin un peso en el bolsillo, cargada de deudas por la tienda y la cagada que me metí en la Expoweed, le confesé a mi amiga que quería volver al arte. Me miró y me dijo:
“Amiga, no lo pienses más. Date ese regalo.”
Esa noche hablamos de lo peligroso para la salud, que puede ser negarnos las cosas que nos llenan el alma. Ella, casi obligándome, me animó a escribirles. Con dos cervezas encima, les escribí… y me aceptaron. Quedaban cupos. Era ahora o nunca.
Y por primera vez en mucho tiempo me dije que sí. Le dije que sí a la Carmen que ama expresarse, que ama crear, que quiere vivir desde el placer y no desde la culpa o el deber.
Taller de impro 2024-2025: una sacudida de alma
Fueron tres meses intensos: lunes y miércoles.
Una sacudida. Un orgasmo emocional. Risas con lágrimas. Calor humano. Amistades nuevas. ¡Hasta karaokes y perritos calientes!
Aprendí que improvisar no es solo actuar. Es vivir diciendo que sí, escuchar al otro, arriesgarse sin garantías. Yo, que siempre decía que no por miedo a hacer el ridículo, empecé a fluir. En cada clase me liberaba un poco más.
Obviamente, también fue una acto de valentía jajaj por mis miedos (ustedes saben), “que si no puedo contar historias”, “que si los demás lo hacen tan bien que yo no creo llegar a eso”, el sabotaje que uno mismo se pone, y la envidia también, la comparación, emociones que fui descubriendo que tenía y que salían solas. Aunque no es una terapia posicilogica, para mi fue liberador ese taller. Fue mi terapia. Respetando a los artistazos que me acompañaron por supuesto, que estaban dando el 1000% ya que era un taller casting.
Y eso se reflejó en mi trabajo. Empecé a tener más ideas, más foco, más curiosidad. ¡Incluso me animé a probar LSD en gotas en Valdivia! (Spoiler: fue hermoso.)
Cuando dije que sí, llegó mi primer viral
Antes, dependía de que alguien más grabara conmigo. Me daba miedo que nadie lo viera. Pero ya no me importaba. Lo que quería era ser feliz creando.
Un día, simplemente prendí la cámara y me grabé. Así, sin esperar aprobación. Y así fue como llegó mi primer viral. Porque cuando uno se conecta consigo, todo lo demás llega por añadidura.
Eso abrió puertas a invitaciones a eventos, conocer más personas de la industria, nuevos clientes para hacerles contenido. Las ventas mejoraron, no tanto eso si, porque bueno no basta con ser viral, siempre digo que hay que tener una estrategia y es lo que más me cuesta. Pero estamos aprendiendo

La noche del show: adrenalina pura
El día del show final… ¡uf! El corazón se me salía del pecho. Nunca había hecho algo así. Sudor, nervios, risa, adrenalina. Me subí al escenario con miedo, pero también con orgullo. Esa noche me confirmé a mí misma: el arte volvió a mí para quedarse.
David, Grecia, Gabito Gracias por jugar conmigo





Gracias infinitas
- A Sol, por impulsarme con tanto amor.
- A Janset Rojas, mi maestra de impro, por su talento y generosidad.
- A Karla y Fran, también maestros, me ayudaron a ver mis miedos y a soltar la comparación.
- A Gabriel, mi compañero fiel en este viaje, que me alimentó el alma y la pancita algunas veces jajaja
- Y al equipo completo de Improvisto, por ser mi familia escénica por tres meses. ¡Los amo! Kathe, Roberto (gracias por los caños tan buenos que te sacaste), Victor, Ronna, Esna, Isra, Moi, Julio, David, Mikka, Keissy, Iann, Grecia, Jean, Lu un placer haberlos conocido y haber podido vivir con ustedes esta experiencia
A mi mamá por llevarme por primera al teatro, por inscribime en mi primer taller y por amarme tanto ¡te amo!

¿Qué aprendí?
Que el arte es medicina. Que no necesito resultados para validar lo que hago. Que puedo estar en ruinas económicas y aun así regalarme algo que me sane.
Y sobre todo: que la creatividad necesita espacio para jugar, no solo trabajar.
Gracias por leerme.
Y tú, ¿a qué le vas a decir que sí hoy?
