Este escrito lo hice bajo los efectos de un porrito de CBD. Era uno de esos días en los que no podía —ni quería— concentrarme en trabajar. Aproveché el estado, el silencio y la desconexión para escribir. Sin ChatGPT, sin internet, sin redes sociales, obviamente… porque me habían bajado la cuenta.
Sí. Instagram decidió suspender la cuenta que con tanto cariño y trabajo fui construyendo durante tres años.
El 14 de julio me inhabilitaron mi cuenta. Quedé en shock. No sabía qué hacer. Quería llorar, pero también estaba en calma. Venía de perder mi tienda, mi casa, mi auto, mi ciudad… y ahora mi cuenta de Instagram (momentáneamente, espero).
“Nooooooooooo. ¿Por qué mi vida está así? ¿Qué quieres de mí, universo? Dios mío…”
Ese día escribí en mi diario de agradecimiento y manifestación:
“Dios, ayúdame a recuperar mi cuenta. Para hacerla más fuerte, más legal, más educativa y más enfocada.”

El 14 y 15 de julio no fueron mis mejores días en San Juan. Algo en mí presentía que esto podía pasar. Pero en esta calma, en este silencio, el sobrepensar te pone tan alerta que el cuerpo también grita.
Me volvió el dolor de brazo con fuerza. Creo que el estrés vino a recordarme que no soy de hierro. Pasé horas leyendo cómo recuperar mi cuenta, pero ni siquiera recordaba la clave de acceso… ni de Instagram, ni del correo con el que la había creado. Llené formularios, hablé con una asistente de Facebook (que, por cierto, fue muy amable). Les dejo el link por si alguna vez les pasa lo mismo. Me tomó horas encontrar el puto enlace:
👉 https://www.facebook.com/business-support-home/
Al final del día 15, harta de tanto intentar y no saber qué más hacer —serían como las 5 de la tarde— solté. Me rendí. Y pensé:
¿Tanto ocuparnos de las redes… y no nos ocupamos de un brazo enfermo?
¿Tanta urgencia por recuperar el “poder digital”… y no puedo recuperar mi poder corporal?
Siempre pienso en invertir, pero nunca en invertir en mí. Creo que eso es lo que debería estar haciendo: invertir en mi crecimiento personal, espiritual y coorporal
El sobrepensar me tenía tan alterada, que terminé agendando una sesión de masajes a domicilio 😂.
Tomé un baño de tina con agua caliente. Agradecí por cada parte de mi cuerpo. Canté. Fumé algo muy rico que una amiga había dejado el domingo cuando vino a almorzar. Fue un momento de descarga y relajación tan increíble… Lo amé con todo mi corazón.
Pero soy tan dual…
Porque al rato ya estaba revisando el celular cada 10 minutos, esperando la gran noticia:
¡Me devolvieron mi cuenta de Instagram!
Y toda esta reflexión, todo este proceso, se desarma. Me sumerjo otra vez en la droga de la pantalla. Y dejo de crear, dejo de leer, dejo de aprender.
El día 15, pese a todo, logré terminar una página web que tenía pendiente. Pero trabajé muy poco. Me dije:
“Necesito holgazanear un poco. Ver tele. Ducharme durante una hora sin sentirme culpable.”
¿Por qué tenemos que trabajar duro todo el tiempo?
¿Por qué tanto sacrificio?
¿A quién quiero impresionar?
A la medianoche, ya dormida… recuperé mi cuenta.
Al otro día hice este video que vieron y terminé de redactar este blog corregido por chat gpt ¿Recuperé mi poder digital?
No lo sé.
Lo que sí sé es que ahora veo y siento las cosas de forma diferente.
¿Estoy preparada para que vuelva a pasar y no entrar en caos?
No lo sé.